¿Qué es el PBI Cultural?
La industria cultural, compuesta principalmente por el sector audiovisual, editorial, musical y de las artes escénicas, se encuentra en un constante crecimiento global generado por un incremento continuo de la producción y el consumo. Cuando a mediados del siglo XX Theodor Adorno y Max Horkheimer desarrollaron las primeras conceptualizaciones sobre la entonces naciente Industria de la cultura, resultaba impensado sospechar el lugar destacado que hoy ocupa esta actividad en la economía de las sociedades contemporáneas.
Particularmente en Argentina, el Producto Bruto Interno Cultural (PBI Cultural), entendido como el valor monetario total de los bienes y servicios referentes a la cultura, marcó una década entera de consecutivo aumento en sus valores corrientes, en su crecimiento porcentual y en su incidencia dentro del PBI total nacional, según estadísticas brindadas por el Sistema de Información Cultural de la Argentina (SInCA). Mientras que en 2004, luego de la crisis económica y social, el volumen del PBI Cultural se presentaba inferior a los 9.000 millones de pesos, en 2015 la cifra osciló entre los 115.000 y 120.000 millones a precios corrientes. Este aumento significa un crecimiento interanual de veinte puntos promedio, lo cual triplica al incremento del PBI total.
Para lograr una mayor dimensión de lo que representa la industria cultural en nuestro país puede observarse su participación dentro de la economía local. En 2004, el 2,4 por ciento del PBI total era aportado por producciones culturales; en 2015, la participación de la cultura se incrementó periódicamente hasta trepar al 3 por ciento del PBI. Esta cifra revela que el sector representa una participación mucho más significativa que la de algunos espacios considerados centrales en la economía como ser la actividad minera (aporta la mitad que la cultura) y la pesca (su contribución es veinte veces inferior a la del sector en cuestión).
Según Natalia Calcagno, ex coordinadora general del SInCA, este crecimiento vertical del PBI cultural, incluso a tasas mayores que las del PBI total, puede explicarse por la característica elástica del consumo de este tipo de bienes y servicios en relación a los ingresos. Una disminución en el poder adquisitivo de la sociedad –como la de 2001- recae de manera directa en los productos resignables, entre ellos la cultura; por contrario, el aumento en el ingreso corriente de los hogares como el que se vivió hasta fines de 2015 se refleja de inmediato en el mercado cultural generando crecimientos a tasas extraordinarias como ocurrió en esta última década.
Posiblemente, en el imaginario social, dicha contribución de los bienes y servicios culturales a la economía no sea reconocida en su plenitud, como tampoco los casi 400 mil puestos de trabajo que la actividad provee al mercado del empleo. Sin embargo, el poder político en todo el mundo sí reconoce este fenómeno y actúa en cuestión sobre la producción y el consumo generando distintos espacios de promoción e intercambio a nivel local, nacional e internacional.
El boom audiovisual y la constancia editorial
Al analizar los movimientos de cada uno de los sectores productivos de bienes y servicios culturales hasta 2015 se visualiza una notoria preponderancia de la actividad audiovisual -cine, televisión y producciones para Internet-, seguida por el activo sector editorial que, tras años de continuo crecimiento, es reconocido como uno de los más significativos del continente. Detrás, con participaciones notoriamente inferiores, se encuentran la industria fonográfica, la del diseño y las producciones de artes escénicas nacionales.
Según datos publicados por el INCAA, el cine alcanzó durante 2015 su máxima recaudación por venta de entradas superando los 3 mil millones de pesos, un 49 por ciento más que en 2014 y casi el doble comparándolo con 2013. Si bien parte de este incremento se explica a través del aumento del valor de los tickets, otra porción surge de la cantidad de entradas vendidas. Mientras que en 2005 se adquirieron poco más de 37 millones, en 2015 el corte de tickets superó las 51 millones de unidades, marcando un aumento de casi el 40 por ciento en la década. Muchos vaticinaban la muerte de la pantalla grande en manos de la “anarquía” irresoluble de la web y las copias ilegales; sin embargo, el cine parece haber encontrado su soslaye con las producciones en tres dimensiones. Al menos eso indican los números: ya que la mitad de las películas más vistas fueron proyectadas en 3D.
El segundo sector en volumen de participación, el del libro, viene rompiendo hasta 2015 todos los récords de producción. Según cifras publicadas por la Cámara Argentina del Libro (CAL) se lanzaron al mercado 28.966 novedades, lo que representa un 3 por ciento más que el año anterior; y 4.238 reimpresiones, también una cifra superior a la de 2014. Es importante resaltar la diferencia entre un título reimpreso, ya publicado con cierto éxito comprobado en el
mercado, y una novedad de la cual se desconoce por absoluto su recepción en el lector. Esto no indica otra cosa que la confianza de los editores en el mercado del libro.
Compromiso latinoamericano
El desarrollo de la industria cultural no es una particularidad argentina; la región de América del Sur en su totalidad vivió un período de auge tanto en la producción como en el consumo de este tipo de bienes hasta 2015. Si bien el PBI Cultural argentino es el más significativo, países como Colombia y Chile aumentaron la participación de esta actividad en la economía alcanzando los 2,8 y 2,6 puntos respectivamente, cifras impensadas una década atrás. Por otra parte, a pesar de no contar con estadísticas oficiales, los Ministerios de Cultura boliviano, ecuatoriano y venezolano aseguran que la tendencia en dichos países acompañó la línea creciente del resto del bloque regional.
Otro ejemplo de compromiso y de intervención de los gobiernos en las culturas locales se evidenció con el cambio de rango generado en los últimos años por la mayoría de los países miembros de la Unasur, los cuales ascendieron de secretarias a ministerios a sus respectivas dependencias de la cultura. Cristina Kirchner lo hizo en mayo de 2014 y nombró como ministra a la cantante Teresa Parodi. A su vez, algunos países realizaron modificaciones nominales con cierto peso semántico, como ser el Ministerio de Culturas del Estado Plurinacional de Bolivia creado en 2009 y el Ministerio del Poder Popular para la Cultura Bolivariana instituido durante la tercera presidencia de Hugo Chávez.